Esbozo de una crítica-ética a la ciencia moderna)
Autor:
Ramiro Chinchi Plata
La des-colonización no solo nos
remite a cambiar una subjetividad colonizada, sino que además implica que se
debe des-colonizar las disciplinas, que nos hacen pensar-actuar de manera
colonizada. Es decir, desde la teología hasta la educación pasando por la
política o la economía son campos, pero además son disciplinas que hacen
posible que una subjetividad sea colonizada y no salga de dicha colonización.
Por tanto, desde el marco de la
descolonización, es necesario e imperioso tematizar no solo la descolonización
de una subjetividad colonizada, sino además referirnos a las disciplinas, en este
caso el del campo de la Educación;
pero esto no es posible si solo nos mantenemos en dicho campo, pues la Educación
es una cuestión de interdisciplinariedad, de allí la razón de tematizar lo que
subyace a la finalidad misma de la Educación: la formación de un tipo de hombre
(o mejor de sujeto) es decir, ella tiene que ver con otra concepción
antropológica del mismo hombre (e incluso con otro Humanismo).
Entonces, la tematización de la
Antropología no deviene como una simple moda de posibilitar cualquier descolonización,
al ser presupuesto de la Educación, implica que esta debería ser cuestionada
para poder re-direccionar la misma Educación. Es decir, la Educación tiene como
finalidad la formación de un tipo de hombre, que implica pues una concepción
antropológica del hombre: esto es que parte de una visión, un modelo de lo que
es el hombre y tiende a llegar a la constitución de ese modelo de hombre. Esta
es, a mi modo de ver, la relación intima y existente entre Antropología y la
formación de un tipo de hombre que subyace a la idea de Educación.
Ahora bien, de lo que se trata de
hacer en este pequeño escrito es mostrar la posibilidad de pensar en otra Antropología, que vaya más allá de
una concepción eminentemente antropocéntrica;
y contrastar una concepción alternativa, que en su interior contenga aquello
con/en lo cual el hombre puede desenvolverse y sin lo cual no puede seguir
existiendo: la naturaleza. Dicho sea
de paso, el siguiente trabajo solo pretende ser un esbozo, bosquejo o borrador
de un trabajo mucho más pretencioso –que implica una crítica a toda la ciencia
moderna. Empero, el presente bosquejo trata de lanzar algunas luces en forma de
afirmaciones a modo de hipótesis de trabajo para un desarrollo posterior.
Para es necesario utilizar un criterio
desde el cual podemos evaluar la pertinencia o no de una antropología y/o una
alternativa a esa antropología, que tiene que ver con una ética-crítica[1],
que no simplemente tiene que ver con la escala de valores de una determinada
ética, sino lo que subyace a toda ética que es la vida. Es desde el criterio de
vida-muerte que se podrá observar la correspondencia de una ciencia. Es decir,
las consecuencias, desde el criterio de vida-muerte son las que evalúen la
pertinencia o no de dicha ciencia para la vida real y concreta del ser humano y
la naturaleza.
I. EL
CRITERIO PARA EVALUAR: LA ÉTICA-CRÍTICA
En primera instancia hay que poner
en claro cuál será el criterio epistemológico desde el cual vamos a hacer una crítica de aquello que es la Antropología.
En última instancia vamos a realizar una crítica de lo que presupone la Antropología,
y cualquier ciencia que es y tiene pretensión moderna. Para esto en primera
instancia vamos a aclarar que nuestro concepto de crítica que subyace a este trabajo no es una crítica entendida como
simple crítica destructiva (como crítica
inmanente que hace posible encontrar las contradicciones lógicas que subyacen a
una teoría o una ciencia, y nos muestren su imposibilidad como teoría y/o ciencia);
de lo que se trata es más bien de realizar una crítica evaluativa, evaluativa de sus posibilidades y de sus
límites como ciencia (y/o teoría): es a esto a lo que Juan José Bautista llama,
hablando del pensamiento de Franz Hinkelammert, crítica-ética.
Entonces, la crítica que tratamos de
desarrollar en el presente trabajo tiene que ver con una crítica que tiene que ver con “que la crítica no [puede] ser
simplemente despreciativa, negadora o nihilista de aquello que se estaba
criticando, sino evaluadora de sus condiciones de posibilidad y limitación,
esto es, de sus límites”[2]
Pero, además dicha crítica “para ser lo que presume ser, no puede ser a-crítica
respecto de sí misma, es decir, debe ser auto-crítica, o sea que, debe ser
capaz de aplicarse a sí misma, la misma crítica que le hace al vecino del
frente, el problema analizado, o al objeto tematizado, de lo contrario deviene
siendo a-crítica, o sea meramente ideológica” [3]
Pero esta crítica no solo llega a
ser crítica en el sentido metodológico y/o epistemológico de un cuestionamiento
frente a algo; sino que ella, además debe
ser ética. Pero esta ética no tiene
que ver con la simple teoría de los valores –como algo que es bueno y algo que
es malo-, sino como el criterio desde
el cual podemos evaluar y entender las contradicciones que aparecen al interior
de lo que se tematiza y/o las consecuencias que se desprenden de ese algo que
se critica. Es decir, “…la ética ya no tiene que ver con valores pertinentes o
no a tal o cual modelo o proyecto de sociedad, sino con valores pertinentes a
la conditio humana, que son aquellos
que posibilitan o no la vida humana, pero no de un individuo en cuanto tal,
sino de la humanidad toda”[4]
Para aclarar más la idea de una
crítica-ética, Bautista nos afirma lo siguiente: “El problema entonces ya no será
definir lo que sea la ética, o mostrar cuál es el problema central de la ética,
sino que ahora su reflexión girará en torno de aquello que hace posible
cualquier ética, o sea cualquier horizonte valórico [...] se refiere a las
condiciones de posibilidad de la vida
humana. Esto es, el problema ahora es determinar cuándo una acción con pretensión ética es racional o no.
Ya no basta con afirmar valores buenos,
de lo que se trata ahora es de determinar el horizonte, o el criterio gracias
al cual podemos entender o concebir algo como bueno, y el criterio ya no puede
ser un proyecto de sociedad, sino la condición de posibilidad de todo proyecto
de sociedad, que es la posibilidad de vida humana misma”[5]
II. LA
ANTROPOLOGÍA O EL ANTROPOCENTRISMO MODERNO-OCCIDENTAL
Es desde aquel criterio
ético-epistemológico y/o de crítica-ética que presuponemos una crítica a la
concepción de educación a la que le subyace una concepción antropológica, a la
que le presupone una noción de aquello que entiende como ciencia moderna.
La Antropología -y en sí toda
ciencia moderna- está fundada en la razón (moderno-occidental), y desde ella
aparece una concepción antropocéntrica del mismo hombre, en el entendido de que
es él el núcleo de todo quehacer científico, es él el criterio desde el cual
tiene sentido una ciencia. Pero, no estamos hablando del hombre universal; ya
que, dicho hombre no existe, pues la concepción de hombre que subyace a un
determinado quehacer científico está siempre supeditado a un contexto
específico: en este caso es aquella de la que se despliega un tipo de
racionalidad (la razón), esta es la modernidad-occidental (Europa y EE.UU.).
Esto es, que toda ciencia moderna
(como es la Antropología) y que se desarrollada en contextos distintos al de la
modernidad-occidental tiene como presupuesto su propio sentido, su propio modo
de expresión y desarrolla su propia concepción de hombre. Dicho de modo más
claro, la concepción antropológica moderna que subyace a un tipo de Educación,
lleva en sí la finalidad de legitimar y establecer un único modelo (y/o sentido)
en tanto y en cuanto a la formación (como finalidad) de un hombre: es decir la
producción y re-producción del hombre con subjetividad y racionalidad de y para
un contexto occidental desde una cultura moderna.
Es así que la Antropología como
ciencia moderna presupone en su núcleo todo un contexto
histórico-socio-cultural que tiene que ver con una visión y/o pretensión
unilateral (la de occidente) sobre el resto de la humanidad. Es decir, ella tiene
un propio recorrido histórico, que además
tiene su propio modo de explicación y/o fundamentación, esto es, que se afirma,
que la ciencia moderna ha surgido de la barbarie (como las culturas
no-modernas) hacia una civilización (occidental). Pero además ella tiene en su
propio modo de concebir la sociedad
como toda agrupación humana que se relaciona, pero no se des-encubre que dicha
sociedad es sociedad de individuos -con subjetividades individualista- y que es
una más de las tantas formas con-vivencia humana –con otro tipo de
subjetividades, que pueden ser comunitarias. Y por último dicha ciencia parte
de una cultura desde la cual puede
concebir la explicación de sí como determinación histórico-social.
La Antropología –y toda ciencia
moderna- que no es constitutiva de su propio mundo de la vida no desarrolla, ni
re-piensa sus categorías y/o presupuestos para poder explicar y comprender su
propio contexto histórico-cultural-social. Por tanto, deviene a-crítica frente
a sí misma, pues no posibilita una verdadera
ciencia acorde a su propio mundo de la vida, sino que reproduce
acríticamente el marco categorial y/o los presupuestos de una ciencia
moderna-occidental, pero desarrollada en un contexto totalmente diferente.
III. HACIA
UNA BIO-ANTROPO-NATURA-SOPHIA DE LAS CULTURAS NO OCCIDENTALES
Dicha crítica que se trata de
desarrollar acá no trata de cerrar y aniquilar la Antropología, sino de
concebir una reflexión en torno a ella, desde un locus de enunciación que no
viene de la modernidad-occidental, sino de más allá de ella.
Si
aquellos presupuestos históricos-socio-culturales son de otra latitud distintas
a las nuestras y tienen la finalidad de legitimar un tipo de realidad
específica, como si fuera “la” realidad y como verdad universal; entonces, es
posible re-pensar las categorías y los presupuestos de cualquier ciencia y
encontrarse con un abanico de posibilidades y/o alternativas. Es decir, si lo
particular puede pasar como universal y ser legitimado, se puede replantear esa
aparente universalidad y des-encubrirla para poder hacer posible una propia
Antropología. Si esto es así, entonces, la Antropología –y cualquier ciencia
moderna- pueden ser replanteadas pensándose desde
otros lugares, desde otros
contextos histórico-culturales-sociales; y si esto también es así, entonces existe
la posibilidad de replantear la concepción y/o modelo de hombre y que esta sea distinta
a la concepción moderno-occidental que aparece hoy por hoy.
Si en definitiva esto es posible,
entonces no es nada osado pensar la Antropología con otros fundamentos incluso
con otras categorías, incluso el nombre de dicha ciencia podría devenir en una
“Bio-antropo-natura-sophia” o simplemente contener dentro del concepto de
ciencia antropológica, aquellos presupuesto. Es decir, que contengan en sí no
solo una razón, explicación, teoría sobre la vida, sino una sabiduría de la vida (de allí el sufijo
de sophia). Además debería presuponer
la reproducción y tematización de la vida como diversa (de allí el prefijo de bio). Dicha ciencia o sabiduría además
debería presuponer lo que es necesario para vivir, que la conservación de la
vida humana, esto es la naturaleza (de
allí el término medio de natura),
pues dicha naturaleza no debería ser vista como objeto, sino en primera
instancia también como vida (más allá
de las representaciones que se haga de ella), pero también como hábitat sin el
cual el hombre no podría existir. Y por último esta nueva ciencia (no en el
sentido de creación, sino en el sentido de replanteamiento) tendría que seguir
reflexionando en torno al hombre (de allí que siga teniendo el término de antropo) pero con aquellos presupuestos,
que hacen posible seguir pensando al hombre como vida, pues de lo contrario no
podríamos seguir pensando al hombre como vida, sino como muerte, y en ultimas
no podría ni siquiera ser pensado.
CONCLUSIÓN
La crítica-ética que se desprende de
este (aún) somero análisis de la Antropología y toda ciencia moderna nos lleva
a pensar en la posibilidad de continuar pensando la Antropología como ciencia
moderna. Ya que, en primer lugar, el criterio de vida-muerte nos muestran que,
la Antropología fundamenta a un tipo de Educación, que re-produce un tipo de
racionalidad y en definitiva produce un tipo de subjetividad que es la
moderna-occidental, la cual nos ha llevado hasta ahora a una crisis de la vida;
pues, dicha racionalidad y subjetividad despliega en varios campos, no solo en
el de la Antropología la muerte, esto haciendo evaluación de sus consecuencias;
puesto que, esta racionalidad es netamente individualista, y que no se apertura
a lo otro, desde otras categorías, que no respeta y/o reconoce a ese otro en su
otredad; sino que lo subsume como un alter
ego; además que ejerce en la naturaleza y en los propios hombres una forma
de dominación.
De
allí que el borrador de un posible boceto de re-pensar la Antropología tiene
que ver con des-montar, des-colonizar la propia Antropología como ciencia
moderna y re-pensarla nuevamente como ciencia o sabiduría.
BIBLIOGRAFÍA
Bautista, Juan José: Ética y
crítica en Hinkelammert. “Introducción al pensamiento crítico de Franz
Hinkelammert”, México D. F., 2005.
Chinchi Plata, Ramiro: La ética
como fundamento de toda antropología-educativa. Inédito, 2008.
Quintanilla C., Víctor Hugo:
Descolonización educativa. Ed.
Kollasuyo; 2008.
Niño Mesa, Fidedigno de Jesús: Antropología
Pedagógica. Magisterio, Mesa redonda, Colombia, 2002.
Bouché P.,
Henri; García A. María; Quintana C. Ma.; Ruiz Marta: Antropología
de la Educación. Ed. Síntesis.
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